EL AVESTRUZ
Ya al iniciar la travesía, empezaron los inconvenientes: "qué nos van a dar de comer en el micro?", "será suficiente?", "es cena y desayuno?", y las preguntas seguían. Los problemas no tardaron en aparecer: nos dieron de comer en el micro, pero para él no fue suficiente. Ni siquiera hubo una entradita fría como para ir picando. Por suerte, algunos de los miembros viajeros andaban inapetentes y pudo medianamente saciar su apetito, saqueando los restos de los que no comieron toda su parte. Aprovechando las sombras de la noche, se acercaba sigilosamente y rápidamente engullía los trozos de pollo o carne. Ni hablar del desayuno, unas míseras galletitas no fueron suficientes para aplacar su voracidad. Por suerte llegamos a la villa y empezaba otra historia. Las estadísticas oficiales indican que el consumo promedio de alimentos perecederos de los habitantes de Merlo asciende a 1 kg. diario y que los stocks de estos alimentos permitían a la villa mantenerse durante 3 meses sin reposición.
Niños llorando por las calles, madres amamantando a adolescentes de 15 años y un desfile sin cesar de camiones refrigerados alteraron la paz natural del lugar.
Nadie previó la presencia del Avestruz, a quien podemos observar sentado a la mesa a las 6,15 am. Obviamente esperando el almuerzo, habiendo desayunado 15 minutos antes. Es de destacar la incesante reposición de alimentos en las diferentes heladeras de las viviendas alquiladas. Las puertas de dichos
Nadie previó la presencia del Avestruz, a quien podemos observar sentado a la mesa a las 6,15 am. Obviamente esperando el almuerzo, habiendo desayunado 15 minutos antes. Es de destacar la incesante reposición de alimentos en las diferentes heladeras de las viviendas alquiladas. Las puertas de dichos
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